EL DÍA DEL LIBRO DEL JUICIO FINAL (Connie Willis)

26.12.2013 10:38

 

En el año 2.045 los viajes en el tiempo ya son posibles y en la Universidad de Oxford se prepara la incursión de la estudiante de historia Kirvin Engle en una de las épocas más oscuras de la Humanidad: la Edad Media. 
La joven aprende inglés medieval y latín, y también cosas tan importantes en el siglo XIV como ordeñar una vaca o hacer fuego. Ella y sus profesores estudian una posible identidad y una trama a explicar, ya que una mujer sola en aquella época era inusual y pasto fácil para bandidos o violadores, sin contar con que las cosas se giraran en su contra y se la considerara bruja, con todas las nefastas implicaciones que ello conllevaba. 
Kirvin es vacunada contra las enfermedades que podría contraer en 1320, se le implanta un traductor simultáneo que interpreta las palabras oídas y le sugiere la fonética en uso para sus respuestas; también lleva en la muñeca una grabadora a la que ella irá dictando sus observaciones de primera mano, lo que será un importante dato histórico. 
Todo está a punto para el gran salto en el tiempo y, durante las Fiestas de Navidad, Kirvin logra su gran sueño. 
La llegada a la Edad Media no se produce en la carretera que unía Oxford y Bath, como estaba previsto, sino que hay un desplazamiento y la joven se encuentra en medio de un intrincado bosque. Por otra parte, se siente realmente enferma. Sus síntomas no son un dolor de cabeza leve, como era de esperar, sino ataques de fiebre que la sumen en un estado semi inconsciente... 
Kirvin es rescatada por un hombre y la lleva hasta una pequeña aldea. Allí la acoge una familia compuesta por la esposa de un hacendado, su suegra y dos hijas pequeñas, instaladas provisionalmente en esa casa hasta que el padre y el resto de hermanos regresen en su busca tras un juicio en la ciudad de Bath. 
Pasan los días y Kivrin, finalmente, se recupera de la extraña enfermedad que no debería haber contraído al estar vacunada ¿? 
Poco a poco, la joven interviene en la vida familiar y se acaba ocupando del cuidado de la pequeña de cinco años y de su hermana de doce. Sin embargo, no ha logrado memorizar el lugar al que llegó y que es la única puerta que le permitirá regresar al siglo XXI. Necesita hablar con el hombre que la rescató, un asalariado de confianza del dueño de la finca, pero todos sus intentos se van frustrando y el tiempo corre. 
Por otra parte, Kivrin llega a sentir verdadero afecto por la pequeña Agnes de cinco años, por su hermana Rosamund, por el criticado padre Roche que, no obstante, es un santo para ella... 
En tiempo presente, nada más lanzar a la estudiante al siglo XIV el informático cae enfermo y sólo balbucea febrilmente que se ha cometido un error. El es el único que conoce las coordenadas del viaje, el desplazamiento temporal... Mientras el rector de la Universidad está de pesca en paradero desconocido e ilocalizable, un profesor de Kivrin mueve “Cielo y Tierra” para rescatarla, teniendo en contra a un prepotente rector en funciones que ha cometido ya varios errores y que solo se ocupa de criticar lo que hacen los demás. En medio de ese caos, una epidemia se extiende sobre Oxford y la ciudad queda en cuarentena. 


La novela es trepidante y la trama se intensifica a medida que los acontecimientos se suceden. Yo la analizaría, sin embargo, por partes: 
La aventura histórica es muy gráfica, muy humana y asequible; cuesta poco sentirse en una aldea medieval, encender un fuego, morir de frío, escuchar los repiques de campanas que anuncian maitines, vísperas o todo tipo de acontecimientos. También resulta fácil entender el pensamiento de esas gentes cuando todos sus males los atribuían a Dios, a su cólera desatada por pecados propios o de otros... La vida de los nobles, del clero, de los campesinos, las mujeres... Fríos contratos matrimoniales, supersticiones, miseria, ignorancia y prejuicios... Esa parte de la novela es muy intensa, está muy bien escrita y aumenta de interés a medida que la protagonista vive en el pasado. 
La historia actual, sin embargo, choca por varios motivos: 
En el año 2045 no existen teléfonos móviles ni algo parecido a Internet. Las comunicaciones son mediante telefonía fija (aunque con sofisticadas pantallas de vídeo) y los ordenadores sólo parece que se hallan en lugares específicos como universidades o ministerios, no en cada vivienda. Esos procesadores pueden comunicarse en Red pero al estilo de cómo lo hacían los primeros, con todas sus limitaciones. 
Parece poco creíble que un viaje de la trascendencia del que se describe cuente con un único informático, que justo en ese momento el rector de la Universidad y primer responsable se vaya de vacaciones y nadie logre dar con él, que su sustituto no valide las coordenadas antes de enviar a la estudiante a la Edad Media y que algo tan importante como una cuarentena tenga que ser asumida por científicos y profesores, sin apoyo exterior para proveerse de suministros cuando han sido obligados a acoger a personas potencialmente contagiadas por un virus epidémico. 
Si los personajes del siglo XIV parecen muy reales y muy en su papel, los modernos están descritos como caricaturas exageradas, a excepción del profesor de Kivrin. Ahí tenemos a la madre de un alumno (mayor de edad) que se presenta en el colegio mayor porque su hijo se resfría a menudo y no cree que lo cuiden bien; esa señora, Biblia en mano, se dedica a mortificar con temas apocalípticos a todo el que pilla por delante y a quejarse de cualquier nimiedad, hasta el punto que su actitud es marcadamente ridícula. Está el rector suplente acusando al informático por su enfermedad y al resto de profesores, preocupado por elaborar una lista de quejas ante el rector desaparecido pero no por hacer regresar a Kivrin. Ese rector ilocalizable, de pesca por Escocia, es otro dato poco convincente, no sólo por no estar presente ante un lanzamiento tan especial sino porque sigue sin aparecer cuando se declara una epidemia y Oxford queda en cuarentena. Un encargado de suministros sólo se inquieta por la falta de papel higiénico, las lonchas de beicon y la mermelada, no por la gravedad de la epidemia; y unas campaneras americanas refunfuñan porque no pueden tocar sus conciertos, ajenas también a la gravedad de la situación y logrando ensayar finalmente día y noche (entre gente enferma ¿?) Estos son unos pocos ejemplos para no extenderme pero, en mi opinión, los personajes no resultan demasiado creíbles. 
La autora ha imaginado sofisticados aparatos futuristas, algunos muy bien pensados, pero se ha quedado un poco atrás en cuánto a comunicaciones y la falta de las mismas forma parte de la trama principal del libro. Si uno de los viajeros en el tiempo dispone de un localizador (tipo GPS) no se entiende que la joven Kivrin no lo lleve y se halle a merced de terceros para encontrar el lugar exacto al que llegó y su única posibilidad de huida. 
Si en lugar de situar la acción presente en el año 2045 la autora lo hubiera hecho en la década de los 80 del pasado siglo, entonces la novela sería mucho más interesante en mi opinión. 
Lo que sí es cierto es que la trama resulta adictiva y los capítulos en los que la protagonista se halla en la Edad Media están muy bien escritos.

@Pilar López Bernués